Laura es escritora, dramaturga y directora teatral. El año pasado publicó su primera novela “Las Criaturas”, de Editorial Elefante, en la que dos hermanitas viajan solas en un micro de larga distancia y sufren un accidente. Al igual que el libro, esta entrevista se organiza en tres partes: “Humo, cielo y pavimento”; “Atletas del corazón” y “El motín de la ternura”. Bienvenidos al prodigioso mundo Sbdar.

PARTE 1: “HUMO, CIELO Y PAVIMENTO”

Tu hermana Julieta, a quién le dedicas la obra, escribe en la contratapa del libro: “Las Criaturas” es una novela sobre la potencia revolucionaria del afecto, de la violencia cruda y la infancia insumisa…” ¿Qué significado tiene la novela para ustedes?

Julieta es siempre mi primera lectora, es poeta y Licenciada en letras, tiene ese acercamiento. Ahora aflojé un poco pero, en una época, carilla que escribía, carilla que le mandaba. Cuando empecé este texto Julieta lo fue leyendo en paralelo. Es más chica que yo pero estoy segura de que fue ella quién me enseñó a escribir a mí. Juli era muy buena alumna, en cambio yo era muy dispersa y cuando tenía que escribir nos sentábamos y lo hacíamos juntas, ella me corregía los trabajos para la escuela, la puntuación, la ortografía, la gramática, como un montón de cuestiones formales que las aprendí no en la escuela sino sentándonos juntas. Ya desde ese primer encuentro con la literatura creo que hay algo de nuestra hermandad, potente y tierna, que está muy forjado. Claro, después lo que sucede a nivel acontecimiento en la novela, hay cosas que han sucedido pero sobretodo es el vínculo de hermandad lo que me interesa contar, un vínculo muy particular, al menos en mi experiencia.

La novela está estructurada a partir de tres personajes: una niña, un perro y una adolescente. Quisiera preguntarte por la construcción de esas voces. 

Niña: “Caí. Cuando me aburre le digo que sí a todo. Ahora que está más grande, se da cuenta cuando no le presto atención y hace trampas” 

Hace un tiempo venía probando trabajar con la voz infantil. Aquí lo que intenté es que la voz de la niña tenga un despliegue por fuera de lo que comúnmente podemos asociar con la voz de una infancia. Es una niña que dice cosas que no son tan verosímiles de escuchar en la voz de una niña y ese movimiento me pareció interesante de llevar a cabo. Es decir, que no sea la idea de la infancia o de la niñez sino la construcción particular de una infancia, de esas niñas, con las atribuciones aberrantes que puedan tener. Esto nos permite, después, en el trabajo con Nico Goldschmidt en la adaptación teatral a “Ametralladora” que directamente ni siquiera sea una niña quien porta la voz sino un actor hombre y adulto, entonces esa posible mutación, esa transición de una voz a un cuerpo, de un cuerpo a una voz, es algo que todo el tiempo está trabajando la novela, la idea de lo amorfo, de la posibilidad de maleabilidad de ese coro de voces, de allí su título.

Laura Sbdar

Perro hashki: “No es fácil permanecer quieto entre tantos estímulos olfativos. Descubro, a fuerza de pruebas y experimentos en mis primeros minutos fuera del televisor, que los olores son menos invasivos cuando estoy en movimiento. Arrojo como primera hipótesis una especulación acerca del tiempo” 

El hashki es un personaje de la percepción, en ningún momento, en todo el texto, hace asociaciones por fuera de ese orden. Todo lo que piensa surge del contacto sensorial con la realidad. Partí de la pregunta de cómo puede llegar a pensar un perro desde una visión anti-especista delineando una aproximación mía hacia lo animal. Y luego haciendo pequeñas trampas, ¿no? La primera hipótesis del tiempo es una hipótesis absolutamente choreada de San Agustín. Es una reescritura de eso que trabaja en las “Confesiones” y que después es retomada por Paul Ricoeur en “Metáfora Viva”. Yo agarro algo de eso, lo revuelco un poco, le enlodo las patas y lo pongo en la voz de un perro.

Un perro filosófico…

Sí [Se ríe] Me gusta pensarlo de esa manera. No es un perro bobo, es un perro que tiene lenguaje entonces qué hace ese perro con el lenguaje y con esa relación con la percepción. Y bueno, desde ahí toda su hazaña.

Adolescente (al pibito azul): “Dale, no te hagas. No te hagas el que no podes ser la mejor imagen para eclipsar. Dale que el día está lindo y yo tan triste me pregunto cuanto tiene que billar el sol para que se muera esta piedra que tengo en el corazón. Okupemos una casa azul y rescatemos algún perro para pasear en el mar”.

Ella y el pibito azul son dos milennials romántiques. Me re gustaba la idea de trabajar el romanticismo en nuestra época. Hay algo, en el último tiempo, de lo romántico que aparece bastardeado, marginado por esa asociación con un punto de vista patriarcal sobre las relaciones. Sin embargo, creo que hay algo de lo romántico que puede ser rescatado, hay algo de la declaración amorosa que me parece que se puede ir potenciando. Si pudiésemos vaciar al romanticismo de esa jerarquización relacional que lleva implícita ¿qué quedaría? ¿Qué de eso romántico está bueno? ¿Y qué parte de eso es súper dulce a la hora de vincular a seres? Eso me interesaba sostener. Esta parte la escribí pensando a través del “Elogio del amor” de Alain Badiu y también a través de algunas reflexiones en relación al “Placer del texto” de Roland Barthes. El amor como un nuevo modo de duración para la vida.

“Las Criaturas” es una novela en la que las imágenes se instalan con gran efectividad: un micro de larga distancia, películas en VHS y televisores mini, bandejitas de comida, con alfajorcito y potecito Ilolay de dulce de leche… ese tipo de imágenes nos acompañan una vez cerrado el libro. ¿De dónde provienen?

Qué hermoso eso de que las imágenes te acompañen luego de cerrar el libro. Si me preguntas que me gustaría que suceda con el texto es justamente eso. Las imágenes vienen más de mi experiencia, tengo mucho micro encima. Mi familia es tucumana entonces hemos viajado mucho Buenos Aires – Tucumán y vice versa. En todos mis textos aparece la ruta, la estación de servicio. Hay algo del pavimento pegado al césped que, para mí, es como mirar el mar.

En general se trata de capítulos breves, con una fuerza y ritmo peculiar. ¿Cómo te llevas con el proceso de corrección?

Me encanta corregir. En mis clases trato de transmitir el placer de la corrección. Me gusta tanto como el momento de ultra-fluidez que pasa de vez en cuando. Esas ocasiones en las que estas medio drogui-enajenada, -con un amigo tucumano lo llamamos “momento de culear palabritas”-, amo esa etapa tanto como la que estoy cinco horas viendo si bajo la línea o la dejo ahí. Me llevo bien con ambas instancias. Ese formato de pequeños capítulos lo armé y desarmé miles de veces. Tuvo muchas formas esta novela, incluso estuve revisándola hasta último momento antes de mandarla a la imprenta. Me gusta pensar que cada capítulo es un choque. El núcleo central de la novela es el choque. Desde donde se cruzan y se dispersan los distintos personajes es en el choque, entonces cada capítulo tiene ese cimbronazo. 

¿Qué le espera a “Las Criaturas”?

Yo le deseo lo mejor pero sé que no depende de mí.  Ya me producen mucho placer las charlas que tengo en relación al texto. Este tipo de  intercambio es nuevo, estaba acostumbrada a las devoluciones post-función de teatro, que son al instante, hermosas y por momentos más truchas también o hasta un poco incómodas – viste cuando te dicen “se nota mucho trabajo eh” [Se ríe]-. En el caso de la novela la devolución es distinta, lleva otro tiempo. Además, no todo el mundo está obligado a decirte algo. Eso sí, me mandan muchas fotos leyendo la novela en el colectivo, en la montaña; el texto tiene mucho de movimiento entonces que permanezca viajando me da mucha alegría.

PARTE 2: “ATLETAS DEL CORAZÓN”

Mencionábamos antes a “Ametralladora”, la obra teatral que toma de la novela la parte de la voz de la niña y en la que entraste en asociación con Nicolás Goldschmidt ¿Cómo fue el proceso de ensayo? ¿qué cosas descubrieron de trabajar juntos?

Fue una maravilla total de mucho disfrute. Nos entendemos mucho, hay algo de comprender el acto de creación de una manera parecida. Tenemos un vínculo simbiótico a la hora de trabajar. Y, la verdad, no nos conocíamos. Siempre nos reímos de eso. Yo lo vi actuar, la flashee y le escribí por Facebook tipo: “Che, quiero hacer esto qué onda” Y me respondió “Esto es imposible, ¡hagámoslo!”. Le mandé el texto, -un bodoque de 12 páginas sin párrafos para que lo interprete solito-, nos tomamos un café y listo, comenzamos a ensayar. En el proceso, probamos cosas muy ridículas, por ejemplo: para el primer ensayo, compré una caja de 20 palitos bombón helado. Queríamos hacer una prueba del tiempo. La propuesta era decir el texto mientras la crema se iba derritiendo y chorreando por su mano. Yo confío mucho en esas ideas y las defiendo a muerte. La cuestión es que se derretía muy lentamente y terminó siendo algo aburridísimo. En ese primer ensayo se comió como 5 helados [Estalla una carcajada] Historias así, miles.

¿Por qué se llamó “Ametralladora”

Antes de estrenar, hicimos una función en el Festival El Porvenir del Club Cultural Matienzo. La prueba duraba 20 minutos entonces nuestra decisión fue hacer el texto entero, que actualmente dura 50 minutos, en ese esquema de tiempo que proponía el festival. Fue toda una proeza. Nos tomamos unos días en el Delta del Tigre para estudiar y hacer pruebas. Jugábamos a decirlo a toda velocidad mientras juntábamos ramitas y hacíamos un fuego. Resultó ser una verdadera ametralladora de palabas, por eso se llamó así.

Junto a Mariana de la Mata y a Consuelo Iturraspe forman “Cabeza”, el grupo de escritura feminista, con el que estrenan “Un tiro cada uno”: una obra de teatro que gira en torno a un femicidio y en la que ustedes ponen el cuerpo interpretando a tres varones jugadores de básquet que resultan implicados. ¿Cómo fue ese movimiento inesperado que te llevó a actuar?

El movimiento a actuar fue, básicamente, el cuerpo pidiéndolo. Comenzamos a leer el texto en voz alta y vimos que nuestros cuerpos ya estaban siendo atravesados por esas palabras. Al mismo tiempo surgió la necesidad de ser nosotras quienes las expulsen. Había algo urgente de hacerlo carne que nos parecía también político: ponerle el cuerpo. Todo fue del orden del hacer: escribirlo, ensayarlo, mostrarlo.

¿Leí por ahí que durante la cuarentena, intercambiaron con Consuelo Iturraspe, tu amiga del alma y fotógrafa, más de 500 cartas de puño y letra?

Así es. Todo comenzó una día que estábamos en casa en Buenos Aires. Consuelo me escribe en el espejo del baño con un labial rojo: “la fuerza epistolar”, me deja ese rastro y se va. Al tiempo, con la pandemia y ella instalada en México, comenzamos a escribirnos. Ella está muy interesada por lo epistolar y yo siempre me subo a sus ideas y a su “caballo alado” porque es muy talentosa. Hoy es tremendo releer esas cartas porque yo pensaba que estaba re-tranquila atravesando la pandemia pero vuelvo a mirar esos renglones y me digo que capaz no estaba tan así en calma como pensaba [Se ríe]. El espacio de la carta es más del orden de la confesión y de la poesía, por eso nos gusta.

“Turba”, “Vigilante”, “Ametralladora”, “Un tiro cada uno”, son obras que como espectador te mantienen al filo de un corazón estrujado. ¿Cómo te llevas con la idea de la emancipación del espectador? ¿lo crees posible? 

Me gusta mucho lo que piensa Jacques Rancière en “El espectador emancipado”. Su posición me parece interesante porque piensa que mirar ya es una acción, ya es estar actuando, esa mirada configura, monta y desmonta. Darle el valor de acción a la mirada me parece inteligente para revisar el lugar de la expectación. En ese sentido yo siempre estoy escribiendo para alguien, para un otro y en ese gran otro hay un millón de individualidades. De todas maneras, yo no me creo en el lugar de emancipar a nadie acerca de nada.

PARTE 3: “EL MOTÍN DE LA TERNURA”

¿Qué podes contarnos del proyecto de radioteatro en Casa Cultural Sofía? 

Ese proyecto fue hermoso. Me contactó Lorena Vega que está a cargo de la dirección del Ciclo. Se trata de tres episodios, el mío fue el tercero que está basado en la historia de los adolescentes de la novela. La invitación me encantó porque fue pensar “Las Criaturas” para ese formato. Hay algo que pasa con el texto que está mutando en muchos soportes y que no deja de sorprenderme. Yo hice un pequeño trabajo sobre el texto, muy sutil. Donde verdaderamente se produce la adaptación es en la dirección, en la actuación y en el trabajo de sonido. Ya está terminado y disponible en Spotify para escuchar cuando se quiera. El día que se estrenó, estaba de casualidad con unos amigos alrededor de un fogón y terminamos todos escuchando el radioteatro reunidos con un vaso de vino en la mano, fue un ritual fantástico, creo que así debiera disfrutarse cada episodio. 

 Hay una frase de Rosario Bléfari que dice “Se escribe, se cuenta, se canta lo que a uno le inquieta”, ¿qué le inquieta hoy a Laura Sbdar? 

¡La pregunta sería qué no me inquieta! Soy una persona movediza y a la vez muy de la casuchi. Fluidez y corrección, esos momentos los tengo tatuados. Me gusta mucho salir a la ruta y también estar encerrada en la biblioteca. Aunque ahora, después de todo este tiempo que hemos permanecido hacia dentro, estoy en un claro momento de búsqueda de aventuras. Así que, como dicen las niñas de la novela: ahí vamos ¡Por el poder!

Fotos: Consuelo Iturraspe

2 Thoughts to “Laura Sbdar: “Creo que hay algo de lo romántico que puede ser rescatado””

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