ENTRE BARRICADAS
Por Alejandra Varela
La voz parece escaparse del cuerpo. Hay algo fantasmal, como si un espíritu la hubiera atrapado. Se podría decir que la protagonista es una niña pero el actor que la interpreta juega la indeterminación como un componente que se separa del género.
En Ametralladora el ser que habla es una criatura. Alguien que a fuerza de comida berreta, de las viandas que ofrecen los micros de larga distancia, deviene en un personaje que atraviesa los tiempos. El texto de Laura Sbdar podría ser fantástico y el personaje que hace posible el monólogo, una especie de superheroína con capa rosa. Destellos de un conurbano que se estampa en el vidrio de un ómnibus para ver la ruta como la secuencia de situaciones propias del esperpento.
En el relato de Nicolás Goldschmidt la chica ha sido masacrada por la impronta de un conductor lastimado por la noche. La mirada de la chica, que en el cuerpo del actor es como un ser extrañado que se detiene en los detalles indolentes, hace de esa catástrofe urbana, de ese destino de asfalto consumado, de esa sangre que mancha la tierra como si fuera un retazo de lienzo, la matriz para inventar una pequeña revolución.
El camino incesante hacia el hospital público es el escenario para armar la revuelta. Todo allí podría convertirse en una película gótica, en una historia de terror bajo la pobreza deforme de una institución desvencijada. Sbdar instaura en esos escenarios una palabra que no se encuadra en el realismo. Entra en una alianza con Goldschmidt para ir hacia la representación de una niña, hacia la forma que se adhiere en un cuerpo que no responde de una manera literal ni directa, que busca ampliar las dimensiones de los géneros. Superposición barroca. La sublevación puede salir de esos pasillos olvidados donde las niñas heridas, con los vidrios clavados en la piel, pasan el tiempo hasta que se les asigna una cama pero esas horas pueden ser conspirativas. Allí puede planificarse otro mundo entre el delirio. Una manera poética de señalar la fuerza destructiva de una institución, su modo de establecer un orden entre los gatos y las ratas, entre una suciedad que se sospecha ¿Hay un lugar más propicio para el desacato?
La aventura se establece en una escritura que es como una invención literaria, la huella de una novela. La narradora es protagonista y autora al mismo tiempo. La actuación necesita de una distancia, como si el intérprete viera la escena y la relatara en el instante que ocurre pero nosotrxs no podemos verla. Confiamos en su narración que salta entre fragmentos de escenas. De algún modo sobrevuela, por eso podría pensarse como una heroína del subdesarrollo, con el poder de su lengua rápida, de su inventiva fabulosa. Palabra que ametralla, disparos que salen de la boca. El cuerpo es el arma más precisa y alborotada, la suma de los cuerpos crean el escenario de una balacera que no se detiene. La revolución no será realista pero partirá de lo real, del punto donde el cuerpo debe ser contenido y encerrado pero donde nunca logré sanar.