En su última obra, Laura Sbdar escribe y dirige un unipersonal que cuestiona los límites de lo posible y reclama a la fantasía como forma de supervivencia.

Por Violeta Micheloni

La ficción más estándar acostumbra a su público a esperar los finales más felices para las historias más terribles. Hay algo de esa proporción completamente inversa por la cual la mujer pobre, abandonada y triste termina encontrando el amor, el dinero y la felicidad, que seduce inexorablemente en cualquier relato. Esta fantasía tiene mucho más del orden de lo erótico que de una pretensión burguesa, aunque también la englobe. La ficción y sus códigos han sabido aprovechar desde siempre estos metejones y a través de esos consumos estamos conformados. Vigilantela nueva obra de Laura Sbdar, habita esa trama y la cuestiona sin determinismos. Pero, sobre todo, le brinda una voz fuerte y clara al sujeto más acallado.

La mujer parece despertarse dentro de una garita de seguridad. Puede que también sea un nacimiento, no queda claro. Se la escucha hacer ruidos, ponerse desodorante. Lentamente, mientras graba mensajes de audio en el celular, la situación empieza a tomar forma. Una madre soltera de dos hijas, trabaja como vigilante privada en una garita de seguridad en un barrio que parece rico pero que, como el contraste reclama, debe estar muy cerca de algún barrio muy pobre. Un barrio en el que probablemente ella viva con sus hijas, a las que intenta criar y cuidar como mejor puede. Es un personaje que, más allá de todos sus problemas, se revela como fuerte: una mujer que va armada, se viste con un uniforme y con un universo masculinos y (parece) se apropia de ese poder y de un universo masculino. Una situación en tensión pero que aparenta cierto equilibrio.

Los pequeños monólogos grabados en el celular avanzan y se transforman. Y en ese avance se da un cruce de frontera, un momento imperceptible, en el que el realismo se rompe. Los que empiezan siendo algo similar a mensajes de audio se transforman en discursos que interpelan a otros ausentes como si estuviesen ahí, a las hijas, a un pibito hermoso… Y les dicen cosas… les pasan facturas… les cuentan las deudas con lo soñado, las deudas con el deseo.000168752

Mariana De la Mata hace un trabajo inmenso con este personaje. La empatía que genera es tan fuerte que se escuchan risas en la sala cuando en realidad no hay nada de humor. Porque el dolor incomoda y es fácil reírse de palabras tan simples. Tan simples pero tan rápidas, tan llenas de ritmo y juego, la velocidad que autoriza la risa para liberar la angustia. Pia Drugueri y Mariano Arrigoni, por su parte, construyeron el espacio justo para este personaje que se hace uno con su garita, con su uniforme, con su traje de novia.

Pero el tiempo pasa y ya no hay más vigilante, ya no hay más hijas, ahora sólo está la muerte obvia y estúpida. Pero sobre todo: ya no hay más fantasía. Ya no hay más mujer que sueña con un casamiento de película, con un amor pasional y de novela; ya no hay más mujer pobre capaz de cuidar con lo que logra de su trabajo -aunque sea en las peores condiciones- a sus hijos o hijas, ya no hay más mujer que se atreve a intentar ser libre, a cruzar la frontera.

Vigilante es en la frontera.  En la frontera de lo masculino y lo femenino, en la frontera de la pobreza, en la frontera de la ley, en la frontera de la vida y la muerte. Laura Sbdar instala una mujer en una garita de seguridad en el borde del abismo y sin miedo se aventura al cruce.

Ficha técnica:

Dirección y dramaturgia: Laura Sbdar
Actúa: Mariana De La Mata
Vestuario y escenografía: Pia Drugueri
Diseño de luces: Mariano Arrigoni
Fotografía: Ignacio Yuchark
Asistencia de dirección: Nicolás Mauro
Colaboración artística: Consuelo Iturraspe, Julieta Sbdar

*Todos los viernes a las 21.3o, en el teatro La Materia, Malabia 1077 CABA.

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